DESPRENDERNOS DE LA IRA
Todos hemos sentido o sentimos ira o rabia en determinados momentos.

Ruth Valls
Todos hemos sentido o sentimos ira o rabia en determinados momentos.
Es un sentimiento humano que se produce con mayor o menor intensidad y ello conlleva conductas que pueden ser impulsivas i/o dañinas hacia otras personas o hacia nosotros mismos. Las consecuencias de la ira, no se acaban aquí. Tiempo después, nos dejan un recuerdo desagradable y una imagen de nosotros mismos que no nos agrada. Con lo cual, también nos sentimos mal por vernos reaccionar de esta manera.
-¿Cómo podemos desprendernos de nuestra ira?
La mejor respuesta es hacer un cambio filosófico en nuestros pensamientos.
-¿A qué idea responde la ira?
A la enorme exigencia de que la gente no debería jamás, ni nadie debe de tratarnos mal o injustamente.
La irritación va más allá de la preocupación o el enfado. La ira viene provocada por el pensamiento de que la gente que nos irrita, no debe ni debería hacerlo bajo ningún concepto.
Para llevar a cabo, la transformación de la ira en enojo o decepción (se trata de emociones negativas saludables), introduzco el concepto de Albert Ellis de “la Aceptación Incondicional del otro”.
Este concepto se basa en:
– Aceptar a la persona incondicionalmente y no a sus conductas, pensamientos o emociones. Si alguien actúa de una forma inmoral o injusta, nos centraremos en valorar sus actos, pensamientos o emociones, y veremos en qué medida son inadecuados, pero no valoraremos a la persona por entero, de mala o inepta.
– Si aceptamos a las personas, aunque no por ello todas sus conductas, pero no insistimos en que no deben cometer ninguno de sus injustos y/o dañinos actos, conservaremos más tranquilidad para juzgar con más sensatez si dichos actos son realmente erróneos.
– Si fuesen erróneos, criticaríamos los actos, pero no a la persona. Y en lugar de estar rabiosos, estaríamos decepcionados. En este estado de decepción, estaríamos en disposición de razonar porque los ha cometido, realizando un análisis de la situación. Y con todos los datos reflexionados, si corresponde penalizarlos, o hacer las acciones pertinentes para que se pudiesen reparar. En otros casos, en que el motivo de tales actos, aunque sean erróneos, tienen una justificación que excusarían su conducta, podríamos perdonarlos.
TRATAMIENTO EN UN CASO DE IRA
A continuación voy a exponer un caso de un paciente que acudió a mi consulta con la demanda de resolver sus problemas provocados por la ira.
Se trataba de un paciente que estaba muy indignado. Uno del los problemas que me expuso eran en relación a su trabajo, donde se veía expuesto a un trato injusto. A menudo, un compañero le mentía sobre temas laborales, que consecuentemente, le afectaban negativamente, cuando tenía que liquidar con su jefe.
Su reacción era interna, una intensa de rabia contenida. Sus pensamientos automáticos eran del tipo “lo voy a coger y lo voy a hacer picadillo”. Eran pensamientos que no se materializaban, pero que dejaban huella en él. Un estado de ánimo muy irritable, y efectos psicosomáticos, como migrañas y malestar corporal.
Sin embargo, a nivel real se manifestaba como si esto no estuviese pasando, sin afrontarlo.
Analizamos cual era su lenguaje interno, su forma profunda de interpretar aquellos hechos.
Sus pensamientos eran los siguientes:
–“No debe de comportarse de forma injusta, eso es intolerable”.
-“Las injusticias no deben existir”.
-“Es un mentiroso, una persona deleznable, escoria humana”.
- “En mi vida no debo encontrarme con estas injusticias, es una gran desgracia esto que me está pasando”. En este estado, la ira le bloqueaba e inmovilizaba.
La siguiente fase fue cuestionar y debatir estas afirmaciones irracionales, con las siguientes preguntas, para que él mismo obtuviera sus propias respuestas:
-“¿Donde está escrito que el mundo es justo?”
-“Porque a ti te gustaría que este compañero no dijera mentiras ¿debe de ser así?”
– “Esta persona miente a veces, ¿Este hecho la convierte en un ser deleznable?¿Las personas, decimos siempre la verdad?”
-“¿La vida por definición es fácil y cómoda?”.
Las respuestas a estas preguntas le ayudaron a no ser radical en sus pensamientos, y éstas fueron las siguientes:
–“El mundo por definición no es justo, está lleno de claros y oscuros. A veces nos empeñamos en que debe de serlo, y por más que lo impongamos no va a ser así. Si, preferiríamos que hubiera una justicia plena. Pero partiendo de la base que en realidad vivimos en un mundo imperfecto, ya sabemos que estos acontecimientos desagradables forman parte de nuestra vida”.
-“Cuando mentimos, nuestra conducta es errónea, pero no nos convierte en una mala persona. Visto de esta forma, no vamos a odiar a la persona que miente, simplemente valoraremos su conducta como mala, sin impregnarnos de ira.”
Este debate, le condujo a la aceptación de la situación.
Nueva forma de afrontar su problema
Entonces, pasó a otro estadio en el que predominó la preocupación y el enfado y estos sentimientos si que son pro-activos y nos conducen a hacer planes para solventar el problema. Nos producen el equilibrio emocional necesario para afrontarlos con determinación y energía.
Desde su nueva perspectiva:
–Pudo dejar de ver a su compañero de trabajo como un “monstruo” y así mejorar la comunicación con él. Pudo llegar a hablar con él con normalidad y rebatirle cuando hacía alguna afirmación errònea, sin que la ira lo desbordara.
En relación a su problema (su compañero siguió mintiendo de vez en cuando), aunque las dificultades con él no se solucionaron, cambió su forma de interpretar los hechos y con ello la forma de enfrentarse a ellos, cuestionando su conducta errónea, y no a toda su persona.

