Dos jóvenes amantes fueron a ver al hechicero de la tribu y le dijeron:
“Queremos un consejo que nos garantice estar siempre juntos, que nos asegure estar uno al lado del otro hasta la muerte”. El viejo hechicero les mando subir a cada uno a las montañas más altas del poblado. Y que la joven usando una red capturara a un halcón con vida, y el joven amante capturara una águila. Después volvieran a verle de nuevo con las aves.
Así lo hicieron, y cuando se presentaron de nuevo ante el hechicero, éste les dio unas cuerdas de cuero y les dijo que unieran ambas aves por las patas y las dejaran volar libres.
El águila y el halcón intentaron volar, pero apenas dieron unos saltos y minutos después empezaron a agredirse y picarse una a la otra, dañándose.
Entonces el viejo hechicero les dijo: “Jamás olvidéis lo que estáis viendo. Si queréis que el amor perdure, volar juntos pero no amarrados. Liberad a la persona que amáis para que pueda volar con sus propias alas. Respetad el derecho de las personas a volar rumbo a sus propios sueños. Solamente siendo libres, las personas son capaces de amar”.